Sobre la Muerte

Por Kuo Ku

Kuo Ku aprendió meditaciòn en 1972 cuando tenía cuatro años, estudiando con un maestro de meditación muy respetado en Taiwán, el Maestro Kuangchin (1892–1986). En 1980 empezó a estudiar meditación con el Maestro Sheng Yen, que residía en New York en aquel momento. En 1991, después del instituto, Kuo Ku fue ordenado monje y se convirtió en el asistente personal del Maestro Sheng Yen. En 1995, tuvo su primer experiencia Chan y obtuvo el permiso del maestro para enseñar Chan de forma independiente. En el año 2000, Kuo Ku abandonó la vida monástica y volvió a la vida mundana. Obtuvo su doctorado en los estudios budistas en la Universidad de Princeton en 2008 y empezó enseñar budismo y religiones del este asiático como profesor asistente en la Universidad Estatal de Florida. En 2009 fundó el Centro Chan Tallahassee, dónde empezó a formar una comunidad de Dharma de practicantes avanzados que viven en comunidad.

La “Muerte” ha producido una profusión de ideas, ligadas a nuestro miedo existencial. Desde el principio de la civilización humana, la conciencia de lo que parece ser la muerte, nuestro probable final, nos ha compelido a buscar maneras de trascenderla. Como resultado hemos desarrollado estrategias, soluciones, filosofías, religiones, vías espirituales, hasta el momento actual. La cultura pop de los tiempos modernos también está en ello. Recientemente ví un anuncio, sobre un producto cosmético llamado la crema “la cura del envejecimiento”. Hace que las arrugas de la edad parezcan una enfermedad, algo que debemos currar! ¿Por qué? Porque es un signo de la muerte, un signo de deterioro, algo que debemos enmascarar, ocultar. 

Desde tiempo inmemorial la muerte es una de las fuerzas motrices que dirige la invención humana. También es algo que los humanos han intentado trascender o controlar. En los tiempos de Buda, muchos ascetas y filósofos idearon diferentes soluciones para la muerte. Podemos ver unas “soluciones” parecidas en muchas religiones y tradiciones espirituales en el mundo. Una habitual es la tradición Brahmánica. De acuerdo con el Brahmanismo, todos, exceptos los de la casta más baja, tienen la esencia del dios creador, Brahma. Lo que los conecta al Brahma es su propia esencia llamada atman, el yo. Así que cuando la gente se implica en la practica espiritual, a través de la meditación de sus monjes, pueden volver a Brahma, que vive fuera de la existencia cíclica de la reencarnación. En otra tradición contra-Brahmánica los practicantes cultivan sus mentes en meditación, apoyándose en sus propios esfuerzos, para entrar en estados de profunda absorción meditativa para evitar la muerte.

En el Taoísmo, la realización de la trascendencia es lo que llaman xien, en esencia, divinidad. Los primeros académicos occidentales lo tradujeron como “inmortalidad” porque en occidente tenemos una noción que se le corresponde. Pero la trascendencia taoísta es algo diferente; es vivir tanto como el cielo y la tierra, lo cual es mucho tiempo, este es el objetivo del Taoísmo filosófico y religioso. En aras de la brevedad, el Taoísmo filosófico se refiere a la tradición eremítica del cultivo de sí mismo; Taoísmo religioso hace referencia a linajes de prácticas rituales.

En los tiempos de Buda, tenemos evidencias de antiguos manuscritos chinos hablando sobre técnicas de auto-cultivo, respaldadas con su propia filosofía de que todo, (desde los animales y metales, a la naturaleza y los seres humanos) está hecho de chi, o energía. De la transformación del chi, las formas se manifiestan y cambian. El modo de auto-cultivo es, a través de la dieta, ejercicios corporales yóguicos y técnicas meditativas, para transformarse y convertirse en una forma pura de chi, etérea y trascendente (para convertirse en xien o divinidad).

Hay señales del control de la muerte. En la Cristiandad, tenemos el cuerpo incorrupto de los santos, donde el cuerpo, después de haber muerto exuda un fragancia o no se deteriora. Esto es algo que podemos ver en distintas culturas tales como las de los ascetas en el desierto, monjes y monjas, que la eminente académica de la cristiandad antigua (siglos cuarto y quinto) Caroline Bynum, ha estudiado. En China, muchos maestros murieron sentados en la postura de meditación y sus cuerpos no se deterioraron. Los humanos vemos estos signos como indicaciones de control de la muerte.

La ciencia y la tecnología modernas también intentan curar o como mínimo retrasar la muerte. Pensemos en la cirugía plástica, la medicina moderna, o la práctica de congelar los cadáveres.

De lo que quiero hablar no es de tecnología, ya sea pre-moderna o moderna. De lo que quiero hablar es de nuestro miedo y de las historias que construimos en su alrededor, desde la perspectiva Chan. Cuando el Maestro Chan Dahui Zonggao (1089–1163), el gran defensor de la meditación huatou, estaba muriendo, sus discípulos se le acercaron y le preguntaron: “Por favor, ¡déjenos una última enseñanza!” Escribir un poema sobre la muerte es un asunto importante en el Chan/Zen. La gente los coleccionó y los incluyó en los archivo de los discursos de los maestros. Dahui cogió un lápiz y escribió: “Muerte, o no muerte, ¿a qué viene la conmoción?” Y murió. Podemos decir que esta es la quintaesencia de la perspectiva Chan.

Tal vez una de las características definitorias de los seres humanos es crear historias. Nosotros convertimos experiencias en “cosas” y hacemos valoraciones con respecto a ellas: bueno, malo; bello, feo; vida, muerte; principio, fin. Cuando consideramos que algo es bueno, queremos conservarlo, prolongarlo, poseerlo. Cuando consideramos que algo es malo intentamos deshacernos de ello, escapar de ello, lo tememos. Pero, “las cosas” no son lo que imaginamos que son, o lo que deseamos que sean. Combinando nuestra propia imaginación con las realidades fluidas se llama prapañca, que pertenece al reino le la imaginación, de las historias, de las construcciones de palabras y del lenguaje. Resolver algo que es imaginario, es fútil.

Lo que nos hace temerosos son las historias sobre la muerte. Este miedo proviene del hecho de no saber qué va a ocurrir. Pero esta conciencia de no saber proyecta una imagen de nuestro yo en un futuro imaginado que está todavía por venir. Esto en sí mismo es un proceso de la creación de la mente. Toda la gama de temores de lo desconocido, alimentada por nuestras experiencias pasadas y fragmentadas, vienen de construcciones mentales de un futuro que todavía no tiene una realidad.

Nuestras narrativas e historias son todo lo que hemos sabido sobre nosotros mismos, filtradas con palabras y lenguaje, conocimientos y experiencias. Estas ideas han sido aprendidas, enseñadas y condicionadas (y dan forma a nuestras experiencias que respaldan nuestras narrativas e historias). Así que se convierten en algo muy real para nosotros. Está en la naturaleza de las palabras dividir, analizar, convertirlo todo en una cosa. Una vez que hemos puesto una etiqueta a algo, lo convertimos en una cosa y se convierte en real para esa persona. Cuando dividimos la realidad en nacimiento y muerte, le tememos a la muerte y acogemos el nacimiento. Ellos definen y dan forma a nuestra experiencia. Esta es la razón por la cual Buda dijo: “Sueños. Los seres humanos viven en sus sueños, sueñan sus propias construcciones mentales.”

Las palabras son útiles. Las necesitamos para andar por la vida. Pueden ser agentes creativos y inspiradores, dando forma a las elecciones de nuestra vida. Dicho esto, nuestra realidad es fluida, más allá de las construcciones mentales. Es inconcebible, como todo está maravillosamente interconectado y continúa. ¿Quién dice que la muerte es es “fin”? ¿Quién dice que la muerte símplemente es “nada”? ¿Por qué necesita ser convertida en una cosa? Todo cambia y continúa transformándose a través de causas y condiciones maravillosamente.

Una vez un maestro Chan dijo que si queréis conocer el reino de la budeidad, el reino del despertar, observa los tiempos y las estaciones:

Al despertar,

la mañana primaveral todavía está congelada

el invierno todavía es frío.

Un significado de esto es que a pesar de lo que podamos pensar sobre ello, la historia que creamos, narramos, con la que convencemos y compartimos con otros, las cosas tal como son, aún son percibidas. La experiencia de este momento continúa, podemos afirmar que este momento es frío, que es que está congelado, placentero, desagradable, sin relación con la experiencia de este momento.

Una vez alguien me preguntó: “¿Cuál es el significado de la vida?” Yo le contesté: “No importa cual es el significado de la vida, lo importante es cómo vivimos nuestras vidas.” Cómo vivimos nuestra vida es experimentando esto aquí y ahora. Como estámos en este mundo de significados, hacemos lo que la vida es y al mismo tiempo debemos saber que la vida va mucho más allá de las limitaciones que le planteamos.

Quizás puedo añadir un comentario al poema Chan de más arriba.

Antes del despertar,

La primavera da paso al verano

Todas las noches se convierten en días.

El significado de este poema es que las cosas no son lo que creemos que sean, así fijadas. No obstante, podemos desear que las cosas sean de otra forma, que cambian. Aceptar la impermanencia es el principio de la práctica. Nuestras conexiones con los seres queridos, amigos, profesores y la vida, con todos nuestros sentimientos por ellos, no “terminan” y no pueden ser definidas con esto o aquello. En nuestra imaginación, terminan. Pero en realidad, todo continúa maravillosamente. Esta conexión y continuidad es amor y sabiduría. Amor, sin el “otro”. Sabiduría, sin “yo”. ¿Qué queda entonces? ¡Conectividad! El amor significa que queremos a todos los que encontramos sin convertirlos en “objetos”, sin convertirlos en otra cosa separada, como diferentes de nosotros. Al mismo tiempo, no les imponemos nuestras propias opiniones, ideas, o referencias. Esto es estar sin yo. Al vivir nuestras vidas así hacemos honor a todos los seres, incluidos nosotros mismos. Y veremos que no hay final, sino causas y condiciones que continúan y nuestras conexiones conducen a otras conexiones. Conserva nuestras historias y etiquetan el fluir; ayudan a andar en nuestra vida. Pero, mantengamos nuestros sentimientos abiertos, con posibilidades a la vista. La fuerza radica en la abertura emocional.

Hace diez años murió la persona más importante en mí vida, mi Maestro Sheng Yen. Creí que el mundo se había acabado. Cuando vi su cuerpo en la cama, él estaba ausente. ¿Dónde estaba? ¿Quién será mi maestro? Pensaba en aquel momento desde mi posición de ventaja. La verdad es que él estaba en todas partes y en ningún lugar. Está en la sangre que corre por mis venas y en las enseñanzas que dejó atrás; está en las vidas de todos sus alumnos y en la mía. Le veo enseñando a través de mi interacción con mis alumnos. Haciéndole honor a través de mi práctica, ahora tenemos un centro de meditación, una propiedad amplia para expandirse en una comunidad para los practicantes adelantados y casas pequeñas para convertirlas en dormitorios para los retiros. Él continúa y el mundo continúa. Le veo en las conexiones de todos los aspectos de mi vida y aún así no está en ningún lugar como un yo que se pueda percibir. 

La muerte no debe convertirse en una “cosa” que no cambia, un prapañca, una historia que construimos. Pero puede ser una inspiración, un voto, para hacer honor a este momento con otros, con amor y sabiduría. Nuestras mañanas pueden estar todavía congeladas y los inviernos pueden todavía ser fríos, pero las estaciones cambian y las noches traen siempre un nuevo día.


Título original: “On Death”, publicado en la revista Chan Magazine en otoño de 2018: https://chancenter.org/cmc/wp-content/uploads/2019/05/ChanM-Autumn-2018-web.pdf