por el Maestro Chan Sheng Yen
Este artículo se ha tomado de una charla ofrecida por el Maestro Sheng Yeng del 29 de junio de 1980, durante un retiro Chan. Originalmente apareció en el Chan Newsletter No. 11 de febrero de 1981.
En el pasado el mayor problema que los maestros Chan encontraron con sus discípulos fue conseguir que tuvieran una actitud seria frente al hecho de la muerte. Sin una sensibilidad profunda hacia el problema de la muerte, es muy difícil llegar a la práctica del Chan. Es muy difícil para las personas jóvenes, o que viven en un entorno “seguro” o protegido afrontar una percepción de la muerte. No sé si alguno de vosotros piensa alguna vez sobre este asunto de la muerte y posiblemente, incluso si lo hacéis no pensáis que sea algo tan serio y que no os concierne realmente a vosotros en este momento. Me pregunto cuán sensible sois al hecho de que vais a morir, que la vida es impermanente.
Probablemente la mayoría de los jóvenes no pueden imaginarse en la situación de ser afectados por el hecho de la muerte. De las personas que son afectadas por el hecho de la muerte, hay dos tipos de actitudes. El más común es el tipo con el miedo a la muerte, es decir, no saben cuando van a morir y no quieren morir. Quieren aferrarse a las buenas cosas de esta vida o posiblemente a alguna cosa que dejen atrás que haga que sean admirados en el futuro. Hay mucho de apego al yo en esta actitud.
El otro tipo de actitud es mantenida por personas que practican. Cuando practican bien, el miedo a la muerte es ausente. Son conscientes de que van a morir y que la muerte puede llegar en cualquier momento y no quieren morir dejando cosas sin hacer. Esto significa que quieren aprovechar todo el tiempo para practicar duro. Puesto que no han alcanzado la liberación, no saben dónde irán después de la muerte. Pero que saben que están en contacto con el Buddhadharma ahora, así que han de hacer buen uso de la vida presente para practicar tanto como puedan. Por supuesto, aquí también hay apego al yo. Pero esto es necesario. Si no hubiera apego al yo, no tendríamos el pensamiento original de practicar. Fue para resolver nuestros problemas por lo que empezamos a practicar.
El punto más importante que los grandes maestros del pasado hicieron con respecto a la muerte es: cuando estamos practicando, no debemos temer a la muerte del cuerpo, o a perder algo. En el pasado, cuando las personas abandonaban el hogar, hacían una especie de preparación mental en el que ofrecían su cuerpo al monasterio y su vida a los seres espirituales que protegen el Buddhadharma. Cualquier cosa que el monasterio o los protectores del Dharma les instruyeran que debían hacer, ellos lo harían. Símplemente iban a practicar, despreocupándose de su cuerpo y de su vida.
La Gran Muerte
La caligrafía del Maestro Chan Sheng Yen
En cuanto al practicante que no piensa en la muerte o se preocupa de una forma u otra porque de todas formas no les afecta y por tanto no temen a la muerte, esta es también una buena actitud. Podemos practicar bien con ella. Las personas que se preocupan constantemente por su cuerpo durante la meditación (v.g. “Siento un poco de dolor aquí, un poco de molestia allí, si continuo tal vez me ocurrirá algo.”) nunca practicarán bien. No solamente no debemos preocuparnos por la muerte de nuestro cuerpo, sino que no debemos preocuparnos tampoco por la muerte de nuestro espíritu. Si hay algún tipo de espíritu que pueda convertirse en Buda, entonces definitivamente no es algo real. ¡Símplemente es un demonio o un fantasma! Si hay algo, no importa si es “falso” o la mente “errática”, o la llamada mente “verdadera”, o la mente “correcta”, tiene que morir, o bien es símplemente un fantasma. Así pues, ¿qué queremos, convertirnos en un Buda o en un fantasma?
Había una vez en China un monje que practicaba tan bien que era capaz de abandonar su cuerpo y viajar por los alrededores. Una vez abandonó su cuerpo durante una semana. Todos observaron su cuerpo durante esta semana ahí sentado y asumieron que había muerto, así que quemaron su cuerpo. Al final de la semana, volvió al mismo lugar y no encontró su cuerpo, así que permaneció en el espacio gritando: “¿Dónde estoy? ¿Dónde estoy?” Todos en el monasterio se asustaron con ello, porque durante varios días, sin parar, gritaba “¿Dónde estoy?”.
Después de gritar durante varios días, el abad decidió deshacerse de él de cierta manera. Puso una tina de agua justo debajo de donde procedía el sonido y la próxima vez que oyeron la voz gritando: “¿Dónde estoy?” el abad gritó: “¡Estás aquí abajo!” Al oír esto el espíritu descendió con una salpicadura. Entonces el abad lo llamó y le dijo: “Ya estás muerto! Después de todo, lo que hiciste, fue convertirte en fantasma. ¡Un lastmoso fantsma! ¿Realmente te has liberado? ¿No sabes que ni los cinco skandhas, ni los cuatro elementos que componen el cuerpo son tú? ¿Dónde estás?”.
Entonces el monje se dió cuenta que su cuerpo físico no era lo mismo que él. Y que la muerte del cuerpo físico no era un asunto importante. Si todavía hubiera pensado que el agua era él, se hubiera transformado de un fantasma a un espíritu del agua.
Así que si pongo este vaso de agua aquí mismo ahora y alguien me preguntara: “¿Dònde estoy?” y lo dijera: “Estás aquí” (señalando el agua), ¿alguno de Uds. se iluminaría?
Título original: “The Problem of Death”, publicado en la revista Chan Magazine en otoño de 2018: https://chancenter.org/cmc/wp-content/uploads/2019/05/ChanM-Autumn-2018-web.pdf